sábado, 9 de noviembre de 2013

Duele no sentirte.
Verte y no rozarte.
Duele hasta dirigirte la mirada.
Duele recordarte.

Pero más dolía mirarte con indiferencia.
Sentir que eramos la sombra de lo que un día fuimos.
Pensar que nada era suficiente.
Saber que todo estaba de más.

Miento si digo que pensar en ti no duele.
Que podría hacerle el amor a otro que no fueras tú.
Que he besado otros labios y no he soñado con los tuyos.

Pero por mucho que duela
lo cierto siempre será
que tú y yo dejamos de ser tú y yo
mucho antes de dejar de ser nosotros.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Ver una foto tuya hace que se me rompan todos los esquemas. Me auto engaño pensando que ya te has ido de mi mente cuando ni siquiera has puesto un pie en el umbral de la puerta. Siempre dijiste que eras de los que prefería vivir en la ignorancia, lo cual estoy respetando. Si supieras todos los segundos en los que pienso en ti a estas alturas sería incapaz de mirarte a la cara, esa cara de niño que tanto me gustaba mirar tumbada. Me avergüenza llegar a pensar que he desaprovechado a la persona que más me ha amado. Que no te he sabido valorar como te merecías. Que quizá encuentres a otra que te quiera mejor que yo, pero no más. Más no. Más es complicado. Más roza la imposibilidad. Y de esto me doy cuenta ahora que te he dejado ir, mejor dicho, ahora que te he echado a patadas de mi cama. Ahora que ya no compartimos sofá, ahora que no beso tu cuello ni juego con tus manos. Ahora que inundo mi almohada todas las noches pensando en ti. Ahora es cuando me doy cuenta de todos esos defectos que amaba de ti. Ese afán de exhibicionismo que tenías. Hacías bien, pues eres digno de enseñarte. Esa forma que tenías de pasearte vestido con unos calcetines. Esa incómoda manía, que ahora extraño, de no dejarme ver las películas porque preferías que nosotros montáramos una. De las no aptas. Ese nosotros se ha quedado vacío, al igual que mi cama. Por el contrario, mi corazón sigue lleno de ti. Y mis lágrimas no acaban de vaciarse nunca. Dicen que tardas en olvidar realmente a una persona once meses y veintiséis días. Me parece poca penitencia. Se que mi subconsciente me engaña, está de tu lado. Solo recuerdo los buenos momentos... Pero es que ahora hasta la última discusión se me hace bonita. Hasta ese "que te vaya bien" me estremece por dentro. Y es que ahora sin ti, todas las noches son noches sin luna, y todos los días son días grises.  Y es que ahora es demasiado tarde. Lo sabes. Lo sé. Lo sabíamos.